Cada profesor resuelve el aspecto cuantitativo a su manera, pero lo que sí hemos decidido es apostarle a todas aquellas actividades que puedan sensibilizar, incentivar a los jóvenes a leer por su cuenta, algún día a los grandes. Esa es la esencia del Carnaval literario. Cada sección, elegida con un criterio fundamental: que unos pocos hayan leído una de las obras, se encarga de seleccionar la escena más impactante, más llamativa, más fuerte para ponerla en escena, como un retrato vivo, mudo, y la imaginada presencia del mismísimo autor, llegado desde el más allá, y se encuentra con el público para contar de manera muy corta y clara lo que se puede observar en el retrato. 

 

Vimos entonces a Crisóstomo, el necio pastor que se suicida porque la bella Marcela desdeña sus amores, hechos que se narran en dos capítulos del Quijote de la Mancha. La vieja Celestina, alcahueta y hechicera, urdiendo sus mentiras y sirviendo de intermediaria para lograr sus sucios propósitos. Allí estuvo también Rodia, asesinando a la vieja usurera y a su hermana, de Crimen y castigo. Vimos a los ciegos, en fila, en medio de la porquería de una ciudad en caos por la epidemia de la ceguera, de la obra El ensayo de la ceguera. También a la muerte, que decidió un día no cumplir con su labor pero con su guadaña en la mano, enamorada y alelada, escucha a su amado violonchelista que es lo que se narra en Las intermitencias de la muerte. Jean Val Jean, el protagonista de Los miserables, quien roba unos candelabros, y justo en ese momento ocurre un hecho que cambiará su vida de malhechor para transformarlo en un hombre noble que se dedica a servir a los que lo rodean.

 

Los asistentes pudieron observar las más recordadas imágenes de obras clásicas como La María, La vorágine, Tabaré, El túnel, En la diestra de Dios padre, La odisea, Caperucita roja, La isla del tesoro. Y de los autores más jóvenes colombianos, de la nueva generación de escritores vimos cuadros basados en Cuentos caníbales.