top of page

PERSONALMENTE

Personal-mente

 

Una opinión más

 

Por estos días, el rector del INEM ha despertado entre la comunidad educativa varias disertaciones y polémicas alrededor de sus directrices y  llamados de atención con referencia al uso del uniforme por parte de los estudiantes. Pero antes de hablar del tema, es mejor informarse primero.

 

Entre las tantas acepciones de la palabra uniforme, la Real Academia de la Lengua, la define como “1. igual, conforme, semejante 2. Traje peculiar y  distintivo que por establecimiento o concesión usan los militares y otros empleados o los individuos 

que pertenecen a un mismo cuerpo o colegio. De alguna manera los uniformes se hicieron para distinguir a una comunidad o grupo, del resto de la población. Dentro de la literatura podemos encontrar que los militares y los monjes fueron grupos sociales que empezaron a utilizar prendas distintivas que servían como deíctico. (¿Cómo imaginar al Quijote sin su armadura o Guillermo de Baskerville sin su hábito benedictino?) La sociedad no tardo en asociar la vestimenta con una idea, y es ahí cuando se pone interesante el asunto, ya que la imagen del uniforme empezó a generar cierto status, convirtiéndose en un ícono, una imagen sin mayor trascendencia. (Quítele el respeto a un uniforme de la marina y lo convierte en un stripper).

 

El fenómeno del uniforme empieza a ser significativo para la sociedad cuando se convierte en símbolo, asociado al sentido de pertenencia ideológica. Este fenómeno se puede evidenciar con las tribus urbanas o las barras bravas, los cuales consideran que utilizar cierto tipo de aditamentos o prendas de vestir, lo identifican como ser humano que posee ciertas características y por lo tanto, su presencia en el mundo no pasa desapercibida, por lo tanto, el uniforme se entiende como rasgo de identidad personal y social.

 

Uni-formalidad

Hablar de adolescencia e identidad, es como “redundar”. Las dos palabras dentro del contexto social y afectivo parecen ser sinónimos. La búsqueda de la identidad es recíproca a la condición del adolescente. Todos los días un adolescente se levanta pensado ¿Qué me voy a poner hoy?, ¿cómo luzco?, ¿sí encajo en esta sociedad con estos tenis de 20.000 pesos que parecen de 200.000?

 

La sociedad de espectáculo, esperpéntica y mediática, lleva a que la condición del ser humano sea comparada y hasta unificada, el uniforme ya no es un símbolo ideológico, sino la razón de ser para el individuo. El sentido de existencia de un adolescente se define en cómo puede igualarse a los otros. ¿Eso acaso no significa uniformarse? ¿No es acaso tener la misma forma? Sí, por eso uni-formalidad para el adolescente no tiene la misma connotación que para el profesor –o para el rector, en este caso- Las miradas estéticas (con lo ético no nos metamos, es un tema peligroso) son diferentes, las ideas también suelen serlo, al fin y al cabo los seres humanos son distintos, el meollo del asunto es ¿cómo ser tolerante cuando el mundo del consumo no lo es?

 

El adolescente en el trasegar de su vida, tiene que jugarse a ser consumidor, y en sus excesos parecer algo (una imagen, una representación, o cualquiera de sus sinónimos) que quisiera o que idealiza ser. El mundo del deseo y la imagen social se trasluce en el uso del uniforme como un instrumento, o más bien como una forma de identificación, un distintivo de vida y muerte, un juego de legitimidad y desprecio. Cuando un estudiante utiliza un corte de cabello “peculiar” o una falda corta (sea como sea su interpretación, eso se lo dejo al lector), solamente 

puedo leerlo como un afán de ser en un mundo enmascarado. El uniforme significa una colcha de retazos, que se traduce en la imagen tradicional que aferra a un mundo vertiginoso, de una institución con una imagen faschionista ante el mundo exterior. Sólo nos queda preguntarnos ¿Qué es lo más importante para la estética del estudiante de hoy? ¿Seguir con la tradición que para ellos no resulta significativo? ¿Asemejar el uniforme escolar al de las vestimentas extravagantes del mundo consumista (¿o será consumado?) Señor rector: a usted le dejo la palabra.

 

Lic. Diana Marcela Rojas Sosa

Docente lengua castellana

INEM-Luis López de Mesa

 

 

 

bottom of page